El reto principal en la lucha para una nueva sociedad : la cultura

No hay que esperar al futuro incierto; lo necesario es darle forma diaria a una nueva cultura que sirva precisamente de elemento para la emancipación.

La izquierda ha logrado -con avances y retrocesos- hacer real la consigna tradicional de “expropiar a los expropiadores” que era esencial en los orígenes del movimiento obrero. La otra consigna, quitar el poder político a la burguesía, fué posible con revoluciones históricas como la rusa y la china y en el entorno latinoamericano, con Cuba. En el mundo metropolitano no hubo revoluciones que dejaran sin poder a la burguesía pero si se consiguieron logros significativos como fué el llamado Estado del Bienestar con avances políticos y con limitaciones a la propiedad. Las luchas anticoloniales en la periferia del sistema también consiguieron avances en esta dos esferas, la propiedad y el poder político. Hacer una lectura crítica de estas experiencias, la comunista, la socialdemócrata y la anticolonial, sería la tarea urgente de la izquierda actual con la finalidad de estructurar un programa que recoja esas experiencias (tanto positivas como negativas) y que sirvan de referente tanto inmediato como mediato para la construcción de un modelo adecuado a las exigencias de la actualidad.

La izquierda comunista tiene sin duda preguntas claves para explicarse el derrumbe del llamado “socialismo realmente existente”, no menos que la vitalidad del “socialismo de mercado” de China. En el caso de Latinoamérica debe destacarse el actual proyecto de Cuba que mantiene el modelo socialista con importantes reformas, así como las otras tentativas de avances similares del “socialismo del siglo XXI” (Venezuela y Bolivia, en particular). La socialdemocracia, por su parte, que ni ahora ni antes se propuso impulsar revoluciones, tendría que explicarse los motivos por los cuales sus partidos no menos que sus bases sociales terminaron apostando por el reformismo y han cedido en tantos frente al modelo neoliberal. Las nuevas tendencias de la izquierda deben empezar por reconoces que buena parte de sus consignas son tan viejas como el mismo movimiento obrero (la defensa de la naturaleza, las reivindicaciones de género, entre otras) y tienen el reto de formular cómo se debe proceder para alcanzar la sociedad a la que se aspira.

Hay sin embargo un aspecto que por diversos motivos, aunque se tenía conciencia de ello, se pospuso para momentos más favorables o sencillamente se mantuvo de manera formal pero sin avances importantes: el reto de la cultura. En efecto, la visión del mundo que impone el capitalismo se mantiene en muchas formas en la mentalidad de las mayorías sociales, precisamente las llamadas a ser las protagonistas del cambio. Más allá de “expropiar a los expropiadores” (en la medida en que es posible y sensato) o de quitar el poder político a la burguesía (total o parcialmente según lo permita la correlación de fueras) resulta indispensable impulsar la batalla de las ideas, avanzar en los fundamentos teóricos y prácticos de un nuevo orden social que reemplace al capitalismo.

Tareas tan actuales como el combate al patriarcado en todas sus formas y su reemplazo por valores de igualdad real entre los géneros supone comenzar por la lucha en el seno de la familia misma, apuntalar ese combate con un sistema educativo nuevo y dar la batalla en todos los medios modernos de comunicación, algo que supone no solo una actividad intensa en los medios técnicos (TV, periódicos, revistas y las modernas “redes sociales”) sino la presencia misma de los partidos y de las organizaciones de masas en sus bases sociales, impulsando el contacto directo y personal de los cuadros con la población, divulgando de forma masiva los nuevos valores e impulsando los necesarios debates que permitan concretar las nuevas formas de la democracia, de emancipación personal y de grupo y del ejercicio pleno de los nuevos valores.

Combatir la xenofobia y el racismo (tan presente en todas las culturas y tan útiles para el discurso capitalita, sobre todo en sus formas del nuevo fascismo), armonizar la defensa racional de los elementos que conforman la propia nacionalidad con los valores de la solidaridad y del sentimiento universal, del internacionalismo, son otra de las esferas de la cultura en las que es necesario impulsar los nuevos valores. No parece válida la excusa que lleva a posponer estos combates para el incierto futuro de un socialismo lejano. El desafío de superar el pensamiento mágico -en todas sus formas- y su reemplazo por la racionalidad es sin duda una tarea permanente para dar fundamentos reales a la emancipación individual y colectiva. Expresiones como “Dios proveerá” (el “inchalá” del islam) convierten al sujeto en objeto, en un ente incapaz de superar las adversidades, de luchar por el cambio. En todo caso, parece más aceptable la expresión del creyente que afirma …”a Dios rogando y con el mazo dando”. Si todos damos con el mazo, no resulta un problema importante si algunos siguen pensando en el más allá.

En el comienzo de la Revolución Bolchevique la batalla de la ideas se planteó y tuvo propuestas de gran interés. Pero por varios motivos se pospuso. No sorprende que sus sistema educativo resultara exitoso en lo que podría denominarse “conocimientos técnicos”, o sea, formar a un pueblo para estar en condiciones de asumir la tarea de la industrialización. Pero tal parece que el combate entre racionalidad y pensamiento mágico no se impulsó realmente y todo indica que los valores tradicionales en esferas decisivas se mantuvieron. No por azar, desmontada la URSS, las formas religiosas más tradicionales del cristianismo ortodoxo reaparecen, al menos en amplios sectores de la población. ¿Qué fué de más de medio siglo de revolución?

No menos significativo resultan conceptos como “responsabilidad” -individual y colectiva- que es decisivo para asumir de forma revolucionaria las tareas domésticas, la relación con la comunidad (local y nacional) o el necesario compromiso en el centro de trabajo. Sería interesante retormar el debate sobre los soviet (consejos- mantenidos solo formalmente, pero vacíos de contenido) que se supuso eran la forma revolucionaria de la participación, del ejercicio real de la igualdad. No hay que esperar al futuro incierto; lo necesario es darle forma diaria a una nueva cultura que sirva precisamente de elemento para la emancipación. Combatir la burocratización en partidos, sindicatos y demás organizaciones de masas es un reto muy actual. Es indispensable armonizar adecuadamente una división del trabajo entre administración y ejecución, al menos mientras no se consiga eliminar o disminuir drásticamente las diferencias en la formación que separan el trabajo manual del intelectual. Delegar funciones y toma de decisiones solo hasta donde sea indispensable.

Juan Diego García para La Pluma, 14 de julio de 2024

Editado por María Piedad Ossaba