Perfeccionar la democracia

“No es lo mismo hablar de revolución democrática que de Democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno, como el caballo: es revolución, pero es democrática. Es un freno conservador. El otro concepto es liberador, es como un disparo, como un caballo sin freno: Democracia revolucionaria, Democracia para la revolución.” Insistía Hugo Chávez.

Todavía es agenda prioritaria de nuestros pueblos la defensa de las democracias. A pesar de los descalabros, las traiciones y los fraudes (todos juntos o por separado) la Democracia se mantiene como un valor político orientador de las luchas y expresión civilizatoria.

Voto por voto. Esa defensa de la Democracia, que no es infalible ni suficiente, obliga a ser exigente en lo cuantitativo como en lo cualitativo si se analiza la realidad democrática de la “Patria Grande” y se transparenta el papel de las derechas (su orientación neo-nazifascista) y sus financiamientos. Una amenaza de gravedad que ya está costando sangre, sudor y lágrimas.

Están latentes las amenazas antidemocráticas en Argentina, Brasil, Perú, Ecuador… Bolivia, por ejemplo. Ahí reina un paquete ideológico de clase cargado con el amenazas antidemocráticas en Argentina, Brasil, Perú, Ecuador… Bolivia

¿Qué Democracia es esa en la que la mayoría vive debajo de la línea de la pobreza, un porcentaje mínimo tiene todos los privilegios y el negocio de las campañas políticas está secuestrado por la industria ideológica de la publicidad burguesa?

Por eso, las voluntades democráticas que impulsan ascensos humanistas de izquierda, brillan con fulgor histórico en lugares y tiempos que están sintetizando tácticas y principios pertinentes a la dialéctica de sus circunstancias. Ni todos igual ni todos inconexos. Así en México como en Venezuela se abren condiciones específicas para una lucha nueva por la defensa hermanada de las democracias cada día más presionadas por la geopolítica global y la descomposición del capitalismo.

Presiones por el calentamiento global tanto como por los planes de saquear materias primas y mano de obra. Ningún voto hoy puede ser ajeno al desquicio de los ecosistemas.

Ningún voto puede ser indiferente a la pobreza, al hambre, a la ignorancia, a la insalubridad o al, mil veces postergado, derecho a la vivienda.

Cada voto es un documento histórico que, al sumar voluntades en una dirección “progresista”, de izquierda o revolucionaria, pavimenta un territorio de ascenso político que va convirtiéndose en baluarte histórico que los pueblos defienden si cuentan con las organizaciones con que se dirigen las tareas programáticas y las praxis supremas de la vida en comunidad. Irrenunciables en la vida política de muchos pueblos.

Bajo ninguna circunstancia es aceptable la falacia de que el pueblo solo entiende ideas simples con palabras “sencillas”, esa es la tesis de Joseph Goebbels con que se subestima y ofende la inteligencia histórica de quienes realmente han construido culturas y civilizaciones. Ningún vendedor de chatarra publicitaria está por encima de la inteligencia social, aunque los marchantes de baratijas ideológicas presuman de poderes seductores capaces de convertir en borregadas las conductas electorales.

La inteligencia social se define como la capacidad de una persona para comunicarse y relacionarse con otros en forma empática y asertiva

Eso por cierto nada tiene que ver con la Democracia revolucionaria de las bases. Eso tiene sentido en la visión de Estado tanto como en la vida diaria donde la Democracia también se expresa con sus categorías cotidianas de igualdad, justicia y respeto por las diferencias. Es inercia, en la dialéctica de las democracias verdaderas, tender a su perfeccionamiento movidas por el “combustible” del voto.

Una Democracia estancada tiende a su putrefacción. Al burocratismo, al autoritarismo, al fraude o al personalismo caudillista. Suele verse en las democracias burguesas que lejos de honrar su necesidad de superación, se intoxican con reformismos o bonapartismos. Y dejan de ser voluntad organizada para transformar el mundo, mejorándolo todo.

Ocuparse de la Democracia es una forma de hacer filosofía humanista en pie de lucha. Un filosofar al lado desde las entrañas de las agendas sociales para producir sentido de justicia con los medios, los modos y las relaciones de políticas de la emancipación. Votar y defender las democracias es un derecho social fundamental pero también, y no menos importante, es una responsabilidad amorosa cuya mejor potencia anida en el proyecto de generar felicidad colectiva para la comunidad organizada. La mejor forma de los derechos.

Necesitamos una visión crítica de la Democracia liberal de nuestro tiempo. Esa Democracia es insuficiente y superficial porque no resuelve las raíces de la explotación y la desigualdad capitalista. Necesitamos una Democracia más radical y participativa, basada en la igualdad de oportunidades y, principalmente, de condiciones.

En las elecciones realmente existentes el pueblo sólo elige una vez cada cierto tiempo a miembros de la clase dominante que prometen representarle y, no pocas veces, de espaldas al motor de la historia que es la lucha de clases. Necesitamos una Democracia auténtica donde la clase obrera exprese su fuerza y la emancipación económica del trabajo. Necesitamos una Democracia que no sea la misma que en la antigua república griega como Democracia de los esclavistas. Democracia para los que formen una representación y participación que no sea sólo la defensa de los intereses de los opresores.

Necesitamos Democracia directa, participativa y protagónica con métodos irrefutables para avanzar en la tarea de darle más poder al pueblo que nos mueve y nos mantiene activos en la economía, la cultura y el estado del animo colectivo, todos los días. Democracia que garantice un proceso de cambios dándole poder de acción directa a quienes no tenían voz con programas que garanticen el cumplimiento a las garantías de un sistema de protección y justicia social. Si la Democracia no expresa la voluntad social informada suficientemente, debatida y consensuada desde las bases; si no transparenta su financiamiento y sus procedimientos organizativos; si no consulta abiertamente y crea autocrítica y auditorias permanentes; si no cuenta con revocación de mandato, efectiva, en todos los niveles… se parece mucho al fardo de aparatos controladores que el capitalismo inventó para descarrilar la voluntad emancipadora de los pueblos.

Otra Democracia recorre al mundo. Anda por los barrios y las fábricas interpelando a la Democracia burguesa y ofreciendo experiencias participativas realmente alentadoras y eficaces. Propone superar lo representativo y pasar a lo participativo con procedimientos decididos por el consenso de las bases en debate permanente porque “No es lo mismo hablar de revolución democrática que de Democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno, como el caballo: es revolución, pero es democrática.

Es un freno conservador. El otro concepto es liberador, es como un disparo, como un caballo sin freno: Democracia revolucionaria, Democracia para la revolución.” Insistía Hugo Chávez.

Fernando Buen Abad Dominguez para La Pluma

Fuente: Almaplus.tv, 3 de julio de 2024

Editado por María Piedad Ossaba